Il Trovatore, la popular ópera de Giuseppe Verdi, se presenta exitosa en la actual temporada del Metropolitan Opera de Nueva York. La tragedia, que tuvo su premiere en el Teatro Apollo de Roma en 1853, se desarrolla bajo el impulso de las pasiones de sus dos principales figuras femeninas, la gitana Azucena y la aristocrática Leonora, una bella y joven dama que sirve a su reina en la España del siglo XV. Los sentimientos que ambas proyectan en los dos personajes masculinos centrales, el Conde di Luna y el trovador Manrico, mueven el drama hasta culminar en su trágico desenlace. Azucena es la supuesta madre de Manrico, el trovador que disputa la mano de Leonora con el Conde. Además, Manrico, quien creció en los campamentos gitanos, lucha del lado de los insurgentes combatidos por Di Luna a la cabeza de las fuerzas leales al monarca en Aragón. Azucena es hija de una vieja gitana que fue condenada a la hoguera por secuestrar al infante hermano de Di Luna. El drama se intensifica cuando tanto Manrico como el Conde, compiten por llevarse a Leonora de las puertas del convento donde se propone ingresar como novicia. Manrico gana la jugada y se apresta a casarse con Leonora. El matrimonio no se celebra porque Di Luna, entre tanto, ha detenido a Azucena a quien el jefe de su guardia, Ferrando, reconoce como la hija de la vieja gitana. El trovador corre entonces a rescatarla. Esta vez el Conde vence en la batalla y apresa a Manrico. Sin embargo, Leonora propone al Conde que, a cambio de entregarse a sus deseos, le permita a Manrico escapar. Manrico se niega a huír y Leonora fallece en sus brazos a causa del veneno ingerido previamente para negarle a Di Luna el disfrute de su cuerpo. El trovador es lanzado entonces a las llamas al tiempo que Azucena, victoriosa al fin en su venganza por la muerte de su madre, le revela al Conde que Manrico es realmente su hermano desaparecido. En el trasfondo de la tragedia aviva la realidad de que el desenlace, incluida la ejecución de Manrico, fue propiciado intencionalmente por Azucena.
Los personajes fueron espléndidamente representados por un distinguido elenco. La norteamericana Sondra Radvanovsky fue Leonora y, sin duda, la estrella del reparto por su extraordinaria voz y magistral presencia escénica. Esta joven y bella soprano se ha convertido en pocos años en una de las mejores cantantes operáticas del ámbito internacional. No menos podemos decir de la veterana mezzo Dolora Zajick, oriunda de Oregon, la Azucena hoy día suprema. La hemos visto en diversas óperas, hace poco en Washington como una inigualable Santuzza y en el Met como Ulrica y Adalgisa. Zajick logra con los matices de su poderosa voz lo que otras intérpretes intentan suplir sin éxito con sobreactuaciones. El ruso Dmitri Hvorostovsky proyectó un Conde di Luna lascivo, tenebroso, iracundo, vengativo. Con sobrados méritos, se le considera hoy día uno de los primeros barítonos del mundo. Donde le encontramos falta, en esta oportunidad, fue en la dicción, problema que suele aquejar a algunos de sus colegas rusos. El tenor argentino Marcelo Alvarez fue un Manrico a media vela. Su voz ha decaído en intensidad y el exceso de libras desdice las especificaciones del libreto para el personaje. Igual lo vimos en Carmen en la anterior temporada del Met. En la función del 13 de marzo de Il Trovatore se excusó al cabo del primer acto aduciendo enfermedad. Lo reemplazó el norteamericano Philip Webb, a quien no conocíamos, quien introdujo una notable mejoría en la representación. Ofreció una "Di quella pira" que entusiasmó al público y su intervención en el Miserere, fuera de escena, fue extraordinaria. Especial nota de encomio para el joven bajo surcoreano Kwangchul Youn, quien sobresalió como Ferrando.
La escenografía, una nueva producción de David McVicar, director de la Opera de Glasgow, constituyó una innovación que celebramos. En cuanto a la dirección escénica, hubo fallas que no sabemos si atribuir a McVicar o a Lea Hausman, coreógrafa y directora de movimiento. La más destemplada fue la sobreactuación impuesta a Sondra Radvanovski, a todas luces innecesaria. No recuerdo a la Milanov, a la Callas o la Tebaldi, gateando en el piso para expresar la juvenil inocencia de Leonora. Una soprano del calibre de Radvanovski no requiere de estas ocurrencias, posiblemente importadas y ajenas a la esfera de la ópera.
La dirección musical, a cargo del milanés Gianandrea Noseda, director de la BBC Philarmonic en Manchester, estuvo bien, aunque sus tempos, a ratos, desafiaron al elenco por la rapidez que imprimió en algunas escenas. Dio en esos momentos la impresión de que quería cubrir terreno en carrera contra el reloj.
En balance, Il Trovatore ha destacado como un acierto del Met en la presente temporada. Gèrard ofrece este comentario.
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