domingo, 21 de junio de 2009

Tres tenores--- Crónica de Gèrard, Junio 21

  • Turiddu en Fórmula Uno --- Hemos seguido con inmenso interés la carrera artística del tenor argentino José Cura desde la década de los años 90, cuando la crítica lo perfilaba como una de las grandes promesas operáticas. Fue en ese entonces que lo vimos en la inauguración de una de las temporadas del Met, creo que fue la de 1998-99, en la que interpretó a Turiddu en Cavalleria Rusticana, en un doble programa con Pagliacci, cuyo papel principal correspondió a su entonces patrocinador Plácido Domingo. La crítica fue entonces feroz con respecto a la potencia y proyección de su voz, juzgada pequeña para la gran sala del Met, y coincidimos con esa evaluación. Sin embargo, poco después Cura se presentó en Washington DC para cantar Otello y, en esa oportunidad, su voz resultó más robusta posiblemente porque la sala es considerablemente más reducida que la del Met. Por alguna razón la carrera de Cura en el Kennedy Center se descontinuó tras una muy buena interpretación como Samson, dirigida precisamente por Domingo, en la siguiente temporada. Siempre interesados en el prometedor Cura, escuchamos varias de sus grabaciones nuevas en los teatros europeos, incluyendo DVD´s de Manon Lescaut en La Scala y Andrea Chenier en el Liceu. En ambas, grabadas en vivo, su voz debió ser muy buena a juzgar por las reiteradas ovaciones que el público le deparó. Tras un prolongado silencio, tanto en Washington DC como en el Met, Cura reapareció hace unos pocos años en el Met, siempre en breves visitas, y en la recién finalizada temporada tuvimos oportunidad de asistir a su doble programa de Cavalleria y Pagliacci. En Cavalleria, la famosa romanza Oh Lola, la conocida Siciliana, cantada fuera del escenario, constituye la tarjeta de presentación del tenor y, en esta ocasión, la voz de Cura la juzgamos considerablemente mejorada en volumen, brillantez y timbre, más bruñido, maduro y de mayor dramatismo. Lo único que nos desconcertó fue la velocidad supersónica que Cura le imprimió a su interpretación, al punto que el arpa acompañante se perdió muy pronto en el camino y el argentino continuó ajeno al tempo dispar, con una dicción deficiente pues se comía las palabras. Igual ocurrió con su Canio en Pagliacci. Recordamos que en Europa a Cura se le atribuye ser errático y no dejar flotar las vocales que permite a los intérpretes hacer mejor gala de sus voces. De esto último hubo en abundancia en la presentación a la que asistimos. En corrillos, una amistad veterana de estas lides nos advirtió que Cura padece de miedo escénico, lo cual se refleja en nerviosismo y el conexo atropello de sílabas. Lástima. Sí nos alegró enterarnos de que en la próxima temporada del Met actuará bajo la dirección de Domingo, lo cual señala una superación de las rencillas que supuestamente generaron su prolongado distanciamiento.
  • Un Elisir redentor --- La célebre obra de Donizetti, L'Elisir d'Amore, exige, además de voces aptas, una gran soltura escénica y especial talento de actuación. Por eso, llegamos a una función sabatina del Met, en abril último, de esta bella obra con cierta aprensión debido al Nemorino que interpretaría el tenor Massimo Giordano, a quien escuchamos en la temporada anterior como Alfredo en La Traviata. Su Alfredo marcó el debut en Nueva York del tenor oriundo de Pompeya, por sí una circunstancia ominosa, en el que lució mediocre. Lejos del animado joven galán, este Alfredo resultó temeroso, corto, cohibido, ajeno a los ardores con que debía deslumbrar a Violeta, al punto que provocó risas en un público que esperaba lágrimas. Quizás su timidez, en parte, fue producto de la apabullante actuación de la Violeta germana Anja Harteros, de inmensa voz, bellísima y espigada presencia escénica y artista ágil y muy desenvuelta. Con este antecedente, nuestra sorpresa fue mayúscula al apreciar lo bien que calzó Giordano en el papel de Nemorino, como hecho a su medida, con un desempeño excelente en el conjunto del elenco que resultó extraordinario. El vinito que le recetó el Dr. Dulcamara sin duda lo transformó existencialmente. Calificación sobresaliente para todas y todos los cantantes. Quizás Giordano debería cultivar más este género para no dejar mal a los Alfredos y Cavaradossis con que lo anuncian en el Viejo Continente.
  • Calaf manquè--- Teníamos curiosidad de escuchar al tenor argentino Darío Volonté en su debut con la Washington National Opera, con la que interpretó Calaf en la producción de Turandot durante la reciente temporada en el Kennedy Center. Los antecedentes de Volonté consignados en el programa de mano realmente eran alentadores. Su experiencia, aparte de su inicio en el ilustre Teatro Colón de Buenos Aires, ha sido, sobre todo, en las salas europeas. Tras escucharlo, comprendimos que su predilección por Europa es igualmente una necesidad pues su voz, de reducido volumen, puede proyectarse mejor en teatros pequeños como ocurre con el Opera Hall del Kennedy Center. Quizás en los cálculos no se tomó en consideración la inmensa voz de la princesa Turandot del drama, en esta ocasión la súper soprano rusa María Guleghina quien, para expresarlo de manera gráfica, aplastó al galán Calaf. Es cierto que la voz de Volonté es agradable y su actuación fue, como dicen algunos críticos, honorable. Sin embargo, al final de cuentas este Calaf decepcionó y se evidenció en el escuálido aplauso con que el público respondió a su participación. Tengo entendido que el norteamericano Franco Farina, quien cantó Calaf en algunas representaciones, salió mejor librado del "bout" con la Guleghina.

lunes, 15 de junio de 2009

La belleza femenina en las operas de Massenet

La belleza femenina es una cualidad que destaca a muchas heroínas operaticas. Sin lugar a dudas ningún compositor resalta la belleza física de sus personajes en tanto detalle y que esa belleza sea la esencia del personaje como Jules Massenet en sus operas.

“Manon” siendo la opera mas conocida de Massenet es un excelente ejemplo. “Manon” se nos presenta como una joven inocente en camino del convento. En una breve parada de la diligencia en la ciudad de Amiens, conoce al “Chevalier Des Grieux” quien la seduce y enamora y se fugan a Paris. Des Grieux le confiesa que desea hacerla su esposa pero es traicionado por la propia “Manon” en complicidad con su primo “Lescaut” a cambio de unas valiosas joyas. “Manon” se convierte por su belleza en una codiciada cortesana de Paris mientras “Des Grieux” se refugia como religioso en la iglesia de Saint Sulpice predicando a las solteronas, pero sin olvidarla, en la mejor aria del tenor, “Ah fuyez douce image!!”.

No satisfecha, “Manon” seduce ahora a “Des Grieux” haciendolo dejar la religión y quien ahora se dedica al vicio del juego para satisfacer la voraz vanidad de su amada y ambos sucumben a la codicia. En la decada de los “70 tuve la oportunidad de compartir con Beverly Sills quien fuera una excelente “Manon”, y decia que ella se daba cuenta de cómo pasaba el tiempo ya que cada vez que asumía el rol en una nueva producción tenían que aumentarle el maquillaje, hasta que llego el momento en que prefirió no volver a cantar la opera que fue uno de sus grandes exitos.

En su otra gran opera “Werther”, Massenet nos presenta una mujer muy bella “Charlotte” pero muy diferente a “Manon”. El poeta “Werther” nos descibe a su amada como “Vous êtes la meilleure ainsi que la plus belle des creatures” (Usted es la mejor así como la mas bella de la criaturas). “Charlotte” vive una vida tormentosa entre el deber a su esposo y su amor por “Werther” quien en su melancolía y tristeza de no poder tener a su amada opta por el suicidio.

Otra de las bellezas de Massenet es la famosísima “Cléopâtre” conocida de todos por su singular belleza y una de las grandes seductoras en la historia del mundo. En su opera “Sapho” el compositor nos da una heroína, “Fanny” que es tan bella que ha sido la modelo para una estatua de uno de los símbolos de la belleza en la mitología. “Fanny”, también mujer de vida alegre y pasado nebuloso sacrifica su amor por “Jean” alejándose de el para no destrozarle su vida y lo abandona con un beso que le da mientras el duerme.

Todas las anteriores bellezas se quedan muy cortas al lado de la deslumbrante, exótica y muy promiscua “Thaïs”. La vanidad de este personaje es aun mayor que la de “Manon” pues ella es quien nos deja saber de su belleza inigualable. “Athanael” es un monje quien se da a la difícil tarea de salvar el alma de la pecadora “Thaïs” quien lo atrae sexualmente y lo hace sufrir hasta el desespero.

Musicalmente estas operas contienen una música de gran belleza pues las arias y duetos de “Manon” son excepcionales, pero nada tan bello como la “Meditation” de “Thaïs”, donde Massenet obtiene la cumbre de su obra musical. Con oír una sola vez la “Meditation” se despierta en cualquier ser humano lo mas sublime y delicado de su alma.