Un saludo fraterno a los amigos de la Opera (con mayúscula, para denotar su importancia) desde este nuevo espacio en el que conversaremos sobre temas actuales o pasados de este maravilloso género musical y cultural.
Lamentablemente, debo empezar por noticias que no son felices: la ronda invernal de Lucia di Lammermoor, la querida ( para mi, pues fue de las primeras obras que disfruté en mi adolescencia) ópera de Donizetti que tuvo inicio el 26 de enero último en el Metropolitan Opera de Nueva York, con la rusa Anna Netrebko y el mexicano Rolando Villazón en los papeles de Lucia y Edgardo; el barítono polaco Mariusz Kwiecen y el bajo ruso Ildar Abdrazakof (marido de Olga Borodina) interpretaron respectivamente a Ashton y Raimondo.
Dúo dinámico. No sobra señalar que con la Netrebko y Villazón a la cabeza, esta edición de Lucia constituyó un éxito taquillero y el lleno quedó asegurado meses atrás, lo cual, sin duda, debió tener feliz al gerente de la venerable institución, Peter Gelb, cuya proclividad al sensacionalismo, en sacrificio de la calidad, es motivo de creciente descontento entre los patrocinadores.
El imán de boletería del dúo estelar fue alentado por el sonado affaire entre la rusa y el mexicano que culminó el año pasado en la separación del matrimonio Villazón y en un surménage del tenor quien, con esta Lucia, retornaba al Met después de una ausencia de varios meses por causa de su colapso. La soprano, entretanto, se emparejó con el barítono-bajo uruguayo Erwin Schrott, padre de la criatura a que dio luz la rusa en diciembre último. Desde luego, la morbosidad siempre ha sido un combustible de alto octanaje para el espectáculo y la Lucia invernal navegó alto gracias a ese impulso.
Fiasco. El júbilo taquillero, sin embargo, debió ceder al fiasco que constituyó la presentación del 26 de enero. La Netrebko evidenció estar fuera de su liga, que es la ópera light. En rara unanimidad, los críticos del New York Times, el Financial Times y el Washington Post apuntaron al déficit de calidad de voz de la soprano rusa, su inaptitud para el bel canto y sus intentos por suplir esa deficiencia mediante piruetas escénicas. Por su parte, Villazón no logó superar las secuelas de sus dolencias y tampoco dio la talla. Ambos evidenciaron nerviosismo e inseguridad. En las funciones restantes, la Netrebko continuó exhibiendo sus bemoles en tanto Villazón se excusó poco después aduciendo enfermedad. El resto del elenco muy bien.
La Netrebko es una bella mujer, joven (38 años) y dotada de una innegable sensualidad con gracia y, a veces, talento en escena. Pero, como cantante, su fraseo – con excepción del ruso-- es generalmente ininteligible, nasal y errático, y los registros agudos suenan ásperos y dificultosos. No hay duda de que Lucia le quedó grande. Villazón, en cambio, es un tenor lírico de extraordinario talento y una voz, hasta hace poco, sólida y brillante. Para él, Edgardo era un rol natural. Sus tropiezos en Lucia habría que atribuirlos no a una falta de capacidad sino a la fatiga.
Para ser justos con el Met, la producción de otoño de Lucia (7 funciones a partir de octubre 3) fue de las mejores que hemos visto. La germana Diana Damrau y el polaco Piotr Beczala (en debut) brindaron interpretaciones de altísima calidad. Lástima que el encanto de aquella Lucia se esfumara en los fríos de enero.
Reflexiones. Este contraste invita a reflexionar en torno al mercadeo salvaje que los nuevos cantantes encaran. La gran Astrid Varnay aconsejaba a sus discípulos no permitir dejarse “ exprimir como una naranja" por agentes ávidos de jugosos réditos en el cortísimo plazo. El ejemplo más notorio de los últimos años ha sido, sin duda, la comercialización del par Netrebko-Villazón, con presentaciones sin fin a toda hora del día y en varios continentes.
No hay vela que resista el fuego por ambos extremos. Y personajes como las víctimas del fiasco que reseñamos deberían evidenciar mayor humildad. Cantantes con mayores méritos, en distintas épocas, han resistido aceptar roles que juzgan inapropiados para las condiciones y limitaciones de su voz. También han insistido en pausas necesarias para mantener la frescura de voz y mente que demanda su buen desempeño. Humildad en vez de hubris habrían salvado la suerte de esta povera Lucia.
Muy bien Gerard, estoy seguro que una vez descifre como publicar me unire haciendo comentarios.
ResponderEliminarSaludos
Bobinet